No creo que sorprenda a nadie si os digo que me lo comí todo, enterito, no dejé ni las olas, ni la espuma que el movimiento del barco deja a su paso. Otros tuvieron en suerte un piano entremezclando chocolate blanco y negro, o aquel caixó de fruites, pero tuve en suerte la marinera y me endosaron la nao. Enterito. Suerte que reservé el hueco suficiente. Hubo chivatazo. Comencé por cada uno de los tripulantes y suavemente iba intercalando trozos del velamen, un pellizquito de la proa... hasta que como si del triángulo de las Bermudas se tratará desapareció del plato en pocos minutos. El baile y el ron se encargarían de la digestión.
La ronda de los presos
Hace 4 semanas